- Los uniformados son protagonistas silenciosos en un escenario tejido de fe, historia y misticismo.
Por: Emilio Gutiérrez Yance
En Mompox, Bolívar, donde las campanas repican con eco colonial y el río Magdalena acaricia con lentitud las orillas de un pueblo detenido en el tiempo, la Semana Santa no es solo una tradición: es un rito que convoca almas, pasiones y memorias. Este año algo más se suma al fervor de los feligreses: una presencia firme, serena y protectora que camina al compás de cada procesión. La Policía Nacional despliega su mística en un operativo sin precedentes, convirtiendo cada esquina del Distrito en un santuario de seguridad.
Desde los primeros días de la Semana Mayor, Mompox comienza a llenarse de peregrinos. Las velas encendidas iluminan los rostros de los fieles, las túnicas púrpuras marcan el paso solemne de las cofradías, y las notas de las bandas sacras flotan sobre el empedrado antiguo. Pero tras ese manto espiritual, otro grupo también se prepara con devoción: 65 policías hombres y mujeres que, con vocación y entrega, asumen el compromiso de resguardar la fe y la vida de más de 5.000 visitantes.
El coronel Alejandro Reyes Ramírez, comandante del Departamento de Policía Bolívar, lidera con determinación la estrategia “Turismo Seguro”, pensada al detalle para cuidar iglesias como la Inmaculada Concepción, Santa Bárbara, San Agustín y Santo Domingo, así como cada rincón histórico donde turistas y devotos se maravillan y oran.
“Queremos que el visitante no solo encuentre belleza, sino también tranquilidad”, expresa el coronel mientras supervisa uno de los puntos de control en el centro histórico. Su mirada, serena, pero atenta, refleja el compromiso que lo une a esta tierra en estos días santos.
Pero la seguridad no se limita a vigilar. Con la Estrategia de Protección a la Adolescencia e Infancia Segura (E-PAIS), la Policía de Turismo pone el foco en los más vulnerables: los niños. Su objetivo es claro: prevenir casos de mendicidad y explotación infantil. Y lo hacen con acciones concretas, con charlas, con presencia activa, con ojos que no solo vigilan, sino que cuidan con el corazón.
Con la presencia policial, los turistas no solo se sienten seguros, también bienvenidos, como si Mompox les dijera: “estás en casa”. “Estamos aquí no solo para vigilar, sino para acompañar”, afirma un oficial mientras reparte volantes de prevención frente al templo de Santa Bárbara. Su voz, cargada de convicción, se mezcla con el incienso y el murmullo de los fieles. Porque sí, en Mompox, hasta la seguridad se viste de respeto por lo sagrado.
Este operativo hace parte del nuevo modelo de Policía orientado a los territorios, un enfoque que no entiende de horarios ni de eventos aislados. “La labor no termina con la Semana Mayor. Nuestro objetivo es que Bolívar sea un destino seguro los 365 días del año”, reitera el coronel Reyes.
Y así, esta Semana Santa se vive diferente. No hay sobresaltos ni delitos que empañen la devoción. Las familias caminan con calma, los peregrinos oran con confianza, los niños corren entre las plazas con libertad. Porque mientras la fe florece, la seguridad la protege.
Mompox, Patrimonio de la Humanidad, no brilla este año solo por sus procesiones y su impresionante arquitectura, brilla porque está protegida desde adentro, desde lo invisible. Porque la seguridad es parte del fervor religioso.
Mompox no solo es el escenario de un reencuentro espiritual. Es también la prueba viva de que cuando la fe y la seguridad caminan de la mano, el turismo religioso se transforma en una experiencia que conmueve y permanece. Una celebración resguardada. Vivida. Y, sin duda, recordada.
Y cuando termine esta Semana Santa, y los rezos se transformen en recuerdos, quedará en las crónicas una verdad que no necesita ser gritada: que la Policía de Bolívar no vino a vigilar una fiesta, sino a custodiar un legado. Y lo hizo no con fusiles, sino con humanidad. No con órdenes, sino con presencia.