- La crisis en la ESE UNA tiene a varios hospitales del Atlántico operando a medias o completamente paralizados. Médicos y especialistas renuncian por falta de pago, no hay insumos ni medicamentos, y persiste un silencio institucional frente al colapso del sistema.
La denuncia la hizo la diputada Alejandra Moreno y expresa tácitamente: «la red hospitalaria departamental del Atlántico atraviesa una de sus peores crisis en años. La ESE UNA, principal empresa estatal prestadora de servicios de salud en el departamento, enfrenta una situación crítica marcada por la renuncia masiva de médicos, especialistas y anestesiólogos; la falta de medicamentos; y la parálisis de varios servicios hospitalarios sin que hasta el momento se hayan ofrecido explicaciones oficiales».
Aseguró qué, en centros como el hospital Juan Domínguez Romero, la situación es alarmante. Allí, pese a una millonaria inversión de más de 114 mil millones de pesos, los servicios de urgencias apenas funcionan con un médico por turno y sin intensivista de planta. La mayoría de pacientes están siendo trasladados al hospital Cari de alta complejidad, ante la imposibilidad de seguir prestando atención básica.
Los anestesiólogos, esenciales para cualquier intervención quirúrgica, se mantienen en paro desde el pasado 27 de junio. Solo atienden urgencias vitales, mientras exigen el pago de al menos dos meses de salario atrasado. Junto a ellos, otros médicos y enfermeras también han dejado de trabajar, argumentando retrasos de hasta cinco meses en sus honorarios bajo la modalidad de contratación por prestación de servicios (OPS).
A esta cadena de fallos se suma el desabastecimiento de medicamentos, insumos y equipos básicos, provocado por las deudas con proveedores. Incluso la empresa encargada del banco de sangre ha denunciado pagos incompletos y tardíos, lo que compromete aún más la capacidad operativa de los hospitales.
La crisis, sin embargo, no es nueva. Desde 2003, la Superintendencia Nacional de Salud ordenó a la ESE UNA un plan de mejoramiento que, hasta la fecha, no ha sido cumplido. El reciente cambio de gerente, ocurrido hace dos meses, no ha traído soluciones, y la percepción general entre el personal es que la situación continúa deteriorándose.
Lo más preocupante, denuncian trabajadores y usuarios, es el silencio institucional. Ni la ESE UNA ni el gobernador Eduardo Verano han emitido pronunciamientos claros sobre el estado actual de la red hospitalaria, dejando a la ciudadanía sin información sobre qué servicios están activos o cuáles centros de salud pueden atender casos críticos.
Mientras en otras regiones del país las clínicas informan abiertamente sobre sus limitaciones operativas, en el Atlántico la opacidad reina. «No se sabe si hay siquiera acetaminofén para los pacientes», aseguran trabajadores de la salud que han preferido mantenerse en el anonimato por temor a represalias.
La situación pone en riesgo la salud y la vida de miles de atlanticenses, y plantea serias dudas sobre la sostenibilidad del sistema público de salud en el departamento. La exigencia generalizada es una: respuestas urgentes y soluciones efectivas antes de que el colapso sea irreversible.